viernes, agosto 19, 2005

A unos les gusta el alpinismo. A otros le entretiene el dominó. A mi me encanta la transmigración.
Mientras aquellos se pasan la vida colgados de una soga o pegando puñetazos sobre una mesa, yo me paso transmigrando de un cuerpo a otro, yo no me canso nunca de transmigrar. Desde el amanecer me instalo en algún eucalipto a respirar la brisa de la mañana. Duerno una siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en mi camino, y antes de anochecer, ya estoy pensando la noche y las chimeneas con un espíritu de gato.
¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber el polen de las rosas!¡Qué voluptuosidad la de sentirse penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que nos fecunda...y nos hace cosquillas!....
Poseer una virgen es muy distinto a experimentar la sensaciones de la virgen mientras la estamos poseyendo, y una cosa es mirar el mar desde la playa, otros contemplarlo con ojos de cangrejo.
Por eso a mi me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir todas sus secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y malos humores.
Por eso a mi me gusta rumiar la pampa y el crepúsculo personificado en una vaca, sentir la gravitación y los ramajes de un cerebro de nuez o de castaña, arrodillarme en pleno campo, para cantarle, con una voz de sapo a las estrellas.
¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria, manzana, y la satisfación de comprender, a fondo, la pereza de los remansos...y de los camaleones! ¡Pensar que durante toda su existencia, la mayoría de los hombres no han sido ni siquiera mujer!... ¿Cómo es posible que no se aburran de sus apetitos, de sus espasmos y que no necesiten experimentar, de vez en cuando, los de las cucarachas... los de las madreselvas?
Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro de imbécil, jamás he comprendido que se pueda vivir, eternamente, con un mismo esqueleto y un mismo sexo.
Cuando la vida es demasiado humana -¡únicamente humana!- el mecanismo de pensar ¿no resulta una enfermedad más larga y más aburrida que cualquier otra?
Yo, al menos, tengo la certidumbre que no hubiera podido soportarla sin esa aptitud de evasión, que me permite trasladarme adonde yo no estoy: ser hormiga, jirafa, poner una huevo, y lo que es más importante aún, encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi completamente, de mi propia existencia.

Oliverio Girondo

1 comentario:

Thomas Canet dijo...

En el fondo, vivir otras vidas. Es un sueño que todos tenemos. No limitarnos a nuestras conchas, poder sentir las emociones supuestas en otros. La épica, la emoción, la paz, la sabiduría, el blues, lo sórdido también. Lo han cantado Sabina, Goldman, entre muchos. Los narradores con sus textos, imágenes, músicas, nos conducen en otros cuerpos.

La vida en su sentido más amplio, no importa que sea animal, mineral, vegetal... Qué enriquecedor cuando percibimos la vida en todo lo que nos rodea. Todo vale. La imaginación al poder, ¿o es solo empatía?.

Bienaventurado el que lo consigue, que vive cien vidas.

Pero más allá. Ser poseído frente a poseer. ¿Con cúal me quedo? Con lo mismo qué tú, para encontrarnos en el camino.

La barrera de lo vivido, de lo saboreado frente a lo entrevisto. Una actitud ante la vida. Calarse hasta los huesos frente a sentarse en la orilla.
El amante y el amado.

Al final, la empatía de nuevo.
Comunicación, vuelos sin motor, espejismos voluntarios. Caer, como dice Ismael Serrano, siempre al otro lado de tu frontera. Allí donde estás tú. Seas quién seas.

Pura Vida.