martes, febrero 07, 2006

CARTA ABIERTA

Hace tiempo que quería escribirte. Pero ya sabes, el temor reverencial, la timidez, o la cobardía siempre se habían impuesto. ¿De qué podríamos hablar si ni nos conocemos, si nuestras vidas son tan distintas y disjuntas? Hablar de música, claro, de tus canciones. Es una manera de empezar, pero me gustaría saber tanto más…

Me contaron que habías vuelto a rehacer tu vida, que querías dejarlo todo atrás. Los focos, el escenario, las giras, los aplausos, la fama, el éxito. Pero los dos sabemos que no lo conseguirás. Tu voz se alzará de nuevo, primero entre los tuyos, entre tu gente, luego entre tus vecinos y volverás a sentir que no puedes dejarlo pasar como si nada. Vaya desperdicio dejar que todo muera en tu garganta. Volverás a emocionar a unos cuantos elegidos en algún pub de Dublín, susurrándoles al oído aunque en ese momento estés a años luz de cualquiera. No sé si volverás acompañada de tus raíces, con el fantasma de Molly Malone cogido de la mano, o con los ritmos rastafaris que tanto te apasionan. Pero tanto tú como yo sabemos que volverás.

Aún recuerdo cuando te vi la primera vez, con esa lágrima auténtica cayendo por tu mejilla. Esa cara de muñeca, de angel cabreado. Ese pelo por bandera. Claro, tú ya llevabas mucho camino andado, pero nosotros no teníamos ni idea. Como siempre pasa. Menos mal que estaban tus textos, que no dejaban lugar a dudas. Prince te regaló una canción, o quizá solo te la dejó para que jugaras con ella un rato. Y tú se la robaste para siempre. Luego vino el éxito abrumador, te convertiste en fenómeno mundial, y viste como la gente bebía tus palabras, tus más grandes tonterías. Y eso no pudiste digerirlo. Joder, eso vuelve loco a cualquiera. Y te acordaste de Kurt en tu siguiente disco. Los dos pedisteis disculpas, cada uno a su manera. No sé si os llegasteis a encontrar, pero os habrías llevado bien, seguro.

La contradicción que hay en toda tu vida. Buscas algo, y cuando lo consigues no lo puedes soportar. Una y otra vez. Te diste tus paseos por el lado salvaje para sentirte viva, abrazaste con desesperación la primera religión que te ofreció intimidad a cambio de publicidad. ¿Cómo pudiste no darte cuenta que aquellas manos de las que huías pertenecían a los mismos brazos en los que te refugiaste? ¿Sigues sintiéndote tan diferente?

Nunca lo sabremos del todo, pero parece que siempre nos has regalado aquello que te perturba, te desestabiliza. Tu sufrimiento y tu dolor. Nunca has renunciado al peligro de exponerte, de vaciarte en cada canción. Pero volvamos al principio. Aunque solo sea un segundo. Cuando aparecías con tu primer disco bajo el brazo. Cuando vestías tu vida con dos acordes y el aliento del dragón. Cuando no sabías cantar, o eso nos decías, y te fijabas con gran acierto en el valor de la ignorancia. Cuando las canciones hablaban a través de tu voz. Todavía hoy, cuando lo necesito vuelvo a escuchar Troy en directo. Cada versión distinta a sí misma, pero con la misma esencia. Me quedo con cuando la cantaste en Pinkpop. Te sigo oyendo gritar You’re still a fucking liar y medio sonrío pensando en como debe palidecer Alanis cuando te escucha. También Jackie y su chica esperándole en el puerto. ¿Cómo pudiste concentrar tanta fuerza, tanta emoción, tanta furia en 2 minutos escasos?

Podría seguir hablando de mil y un detalles, de vivencias en las que me has acompañado, pero se está haciendo tarde y tampoco quiero aburrirte. En cualquier caso, hay algo que sobresale de todo esto. No nos dejes, no te vayas, no dejes de cantar. Nunca.

Un abrazo, Sinèad.
T.C.


Sinèad O'Connor por Anton Corbijn Posted by Picasa

No hay comentarios: