lunes, marzo 19, 2007

MALDITISMO Y LENTEJAS SIN CHORIZO

Sería difícil decir de cuándo data el concepto del malditismo en literatura. Yo creo que viene directamente de la herencia romántica, y que se trata de una noción contemporánea. Sin duda es algo que se relaciona con la reducción del arte a una crónica de los estados anímicos del omnipresente yo, y que más adelante se ha vinculado de forma muy especial con la actual visión mercantilista de la literatura.

Podría parecer que malditismo y mercantilismo tienen poco que ver, y que de hecho son conceptos antagónicos, pero no es así, por supuesto. Si hay algo que vende, o ha vendido, o que por lo menos resulta inmensamente atractivo, es ese concepto de la vida bohemia, ese disfrute de la decadencia, la perversión y el morbo «por persona interpuesta», que tan bien se ajusta al voyeurismo moral de nuestra época.

El escritor, hasta el siglo XIX, era un ser respetable y normalmente sofisticado, de elevada posición social y alto nivel de cultura, que cultivaba el arte para mayor gloria de Dios y de los hombres. El Romanticismo acabó con todo eso. Y es también en el siglo XIX cuando aparecen los primeros autores que escriben por un nuevo motivo, que es el de ganar dinero. Uno de ellos -que no tenía, por supuesto, nada de maldito- fue Charles Dickens, que se mató por exceso de trabajo, pero que fue uno de los primeros brokers de la letra impresa contemporáneos. Su equivalente en Francia sería Balzac, personaje bastante más atormentado y problemático que Dickens, y a quien mataron -también por exceso de trabajo- sus amantes y acreedores. Y luego tenemos a Dostoyevski, cuyas necesidades ludopáticas lo obligaron a firmar draconianos contratos con sus editores, y que escribió la mayoría de sus grandes obras por entregas, a tanto la palabra.

Si desde cierto punto de vista Dostoyevski fue un maldito a su pesar, quien lo fue sin ninguna duda es Baudelaire. Podría decirse que Baudelaire fue el primer maldito con pedigrí de la historia de la literatura contemporánea. Es Baudelaire quien define, con su vida y su actitud ante el arte, los fundamentos básicos del malditismo: vivir al margen de la sociedad, recrearse en una decadencia estética perfectamente estudiada, cultivar asuntos literarios exquisitamente putrefactos y morirse de asco con un cierto estilo premeditado. No sabemos si Baudelaire hubiera estado de acuerdo con estas afirmaciones, pero da igual, porque sus seguidores inmediatos las secundaron tácitamente.

El Baudelaire del otro lado del Atlántico fue, sin duda, Edgar Allan Poe, cuyos excesos lo llevaron a la muerte en un oscuro callejón de Baltimore, víctima de una de las más sonadas borracheras de la historia. La lección de Poe no sólo la aprendió muy bien Baudelaire, sino toda una serie de malditos norteamericanos que culmina, ya en este siglo, con notorios cantamañanas como Scott Fitzgerald (uno de cuyos libros se titula precisamente Bellos y malditos), o incluso muchos de los escritores de la generación beat, que de algún modo son herederos de Poe.

En el mundo hispano ha habido sonados crápulas literarios que pusieron en práctica la lección de Baudelaire y de Verlaine, empezando por Rubén Darío, y hoy existe incluso la figura de maldito oficial del Reino, que no es otro que Leopoldo Mª Panero, uno de los hijos más destacados de una saga de histriones de lujo cuyas andanzas han amenizado las veladas literarias de este país desde hace unas décadas.

La ironía final de todo esto es que un maldito siempre lo es a su pesar. Dostoyevski era un pobre matao que necesitaba dinero para alimentar su adicción. Baudelaire soñaba con ser un prócer de las letras. A Poe le gustaba el frasco, como a cualquier borracho analfabeto de fin de semana. Verlaine era un salido totalmente incapaz de dominar sus bajos instintos. Fitzgerald era un pijo con ínfulas aristocráticas. Rubén Darío, un sudaca. Y, en fin, Leopoldo Mª Panero es un enfermo mental, condición que no tiene nada que ver con el malditismo. Y es que el malditismo, a fin de cuentas, siempre es una condena no deseada. El malditismo son las lentejas sin chorizo. No poder pagar el alquiler.

Roger Wolfe, publicado en el diario El Mundo, 21 de julio de 1999.

3 comentarios:

Caminante (El chico que camina) dijo...

Me encantan los malditos.
Y me ha encantado la palabra malditismo.
Yo usaba... es muy lorquiano.

No olvidemos a Lorca.

vanmar dijo...

Comer lentejas sin chorizo, sin panceta y sin arroz. Eso si es una maldición.

dlc212 dijo...

lo que los poetas llamados malditos tenian en comun era una adiccion tremenda a algun estupefaciente y/o alcohol, eran marginados socialmente, tenian un amor tan fuerte a la reveldia como a la poesia y crearon una obra magestuosa poemas que marcarian una epoca entera y serian la influencia de miles durante los años siguentes, en lo personal amo a rimbaud y mi favorito es si duda Lovecraft quien no es considerado maldito pero si es el creador del horror infinito poe podria aver deseado ser como el en alguna de sus borracheras. buen blog un saludo
.d.